Clarificatio: aclarar antes de responder
Una de las objeciones más frecuentes contra la Iglesia Católica es la afirmación de que "los católicos añadieron siete libros al Antiguo Testamento". Esta idea se repite tanto que muchos la aceptan sin investigar. Sin embargo, antes de responder, es necesario aclarar qué significa "añadir" y quién define el canon bíblico. La mayoría de los hermanos protestantes no saben que el Antiguo Testamento utilizado por Jesús, los apóstoles y la Iglesia primitiva incluía precisamente los libros que hoy se cuestionan. Cuando se dialoga con serenidad y se pregunta de dónde proviene la lista de libros que ellos usan, el malentendido se hace evidente. El problema no es que los católicos hayan añadido, sino que otros, siglos después, quitaron.
Revelatio: lo que realmente enseña la Biblia
La Biblia misma ofrece indicios importantes. El Nuevo Testamento cita con naturalidad textos que solo aparecen en la versión griega del Antiguo Testamento, llamada Septuaginta. Hebreos 11 hace referencia explícita a los mártires descritos en 2 Macabeos. Santiago 1,19 alude al libro del Eclesiástico. Jesús y los apóstoles usaron la Escritura que utilizaba la comunidad judía de la diáspora, la cual incluía los llamados libros deuterocanónicos. Johnson (2019) explica que la Septuaginta era considerada por los primeros cristianos como la Biblia oficial porque reflejaba la fe de Israel en el momento en que el Evangelio comenzó a expandirse. Si los apóstoles predicaron usando estos libros, la acusación de "añadidos" carece de fundamento bíblico.
Traditio: la fe de los primeros cristianos
El testimonio histórico confirma esta realidad. Durante los primeros cuatro siglos, la Iglesia leyó los siete libros cuestionados como Escritura inspirada. Padres como Ireneo, Tertuliano, Atanasio y Agustín los citaron con autoridad. Los concilios regionales de Hipona (393) y Cartago (397) definieron un canon que coincidía exactamente con el de la Biblia católica actual. La comunidad cristiana nunca vio estos libros como añadidos. Al contrario, formaron parte de la vida espiritual y litúrgica de la Iglesia desde sus inicios. La exclusión surgió mucho después, cuando líderes de la Reforma decidieron removerlos por razones teológicas, no históricas. Pitre (2018) destaca que Martín Lutero eliminó estos libros porque no coincidían con algunas de sus doctrinas, particularmente sobre la oración por los difuntos.
Magisterium: la enseñanza oficial de la Iglesia
La Iglesia ha preservado fielmente la tradición recibida. El Concilio de Trento, en 1546, no añadió libros, sino que confirmó oficialmente el canon que la Iglesia había utilizado desde los tiempos apostólicos. El Catecismo recuerda que la Iglesia no inventa la Escritura, sino que la reconoce, la custodia y la transmite. La autoridad de la Iglesia se ejerce para defender la integridad de la Revelación, no para modificarla según opiniones personales. De la Torre (2020) señala que la definición del canon fue un acto de protección, no de innovación.
Ratio: síntesis racional y teológica
La razón también ilumina este tema. Si durante más de cuatro siglos la Iglesia usó un canon de Escritura que incluía estos siete libros, y si ese canon era el que utilizaban Jesús y los apóstoles en la práctica, no tiene sentido afirmar que los católicos los añadieron. La pregunta correcta es quién los quitó y con qué autoridad. La coherencia histórica, bíblica y teológica muestra que los deuterocanónicos no son un añadido, sino parte legítima de la Biblia cristiana.
"La verdad es simple: la Iglesia no añadió libros. Conservó la Escritura que recibió."
Método Apologético Sistemático Católico
La verdad es simple: la Iglesia no añadió libros. Conservó la Escritura que recibió. Defender este punto no solo aclara una objeción común, sino que ayuda a valorar la riqueza espiritual de textos que formaron la fe de los primeros cristianos.
Este artículo es parte de una serie que aplica el Método Apologético Sistemático Católico (MASC) para responder a las preguntas más comunes sobre la fe católica. El MASC integra la clarificación conceptual, la Revelación bíblica, el testimonio histórico, el Magisterio de la Iglesia y la síntesis racional para ofrecer respuestas completas, profundas y pastoralmente útiles.
